Entre el Elogio y la Refutación

Quiero decir que la actualidad política hay que denunciarla: ya lo hago en este espacio.

Pero nunca he querido ni sabido someterme a ningún género, simplemente hago algo, soy yo mismo.

Así como cuando iba a escribir sobre la ley anti tabaco, de cómo los funcionarios se suben el sueldo así mismos a costa de nuestro dinero, de las manos duras del jefe Diego de corazón frío, de la demanda contra el Estado en Guatemala en la que apoyo a mi madre, de cuando documenté crímenes de guerra para pedir amnistía social y logré sobrevivir a los escuadrones de la muerte en esa ciudad.

Lo que intento es humanizar la política. El artista y el político han sido siempre seres que me fascinan, el artista por esquisito y el político por ser un personaje épico.

Veo a Pérez, contra lo esperado, con más imaginación, honestidad y desición que aquellos de esa izquierda en el eterno conflicto mediático.

En este espacio sobrante, voy viviendo y anotando. Perdido en el yo juvenil es donde me encuentro y con el impulso de escribir un libro de micro relatos, no con la esperanza de que sea el mejor, sino el primero.

A mi edad, dirán que todo lo que hago ya lo hace otro más joven o más viejo: la política, la crónica, las mentadas de madre, las risas, las fogatas en la colina de la zorra y la poca seriedad con que los veo y me ven: me da la sensación de ser otro quien participa en estas cosas. Y tal ves es el yo juvenil del que habla Ortega: hacer lo que uno no se atrevería a hacer.

Lo bueno es que todo se le perdona a un chaval, uno de tenis verdes, pantalones de mezclilla, gorra y camiseta descolorida como siempre.

Dicen que la juventud es pasarse o quedarse corto.

Y por eso me gustaría preguntarle a Monsivais: ¿No eres ya lo bastante famoso, no te ha dado ya todos los premios y reconocimientos posibles la institucionalidad de mierda, entonces porqué sigues engañando a tus lectores?

Y claro me respondo yo: mi posible resentimiento me proporciona la dimensión de tu éxito Carlos, te pasas, no envejeces.

Y ¿Cómo ser héroe si el héroe no tiene costumbres, el héroe rompe con todo y su vida es una invención incesante? Yo que soy una cadena de costumbres: fumar, alegar, escribir, leer, mentarle la madre al ex vecino de mi madre, el dictador Ríos Mont; huir hacia delante, improvisar caricias, conceptos, estilos y hasta esnobismos.

Es talvez eso lo que me da fama de niño mimado, adolescente terrible y adulto inmaduro.

Sé que se puede ser un adolescente terrible hasta la muerte. Ni modo, soy mutante de mi mismo.

Y me siento viejo respecto de la infancia, talvez porque no recuerdo lo que pensé de niño cuando le arranque por última vez las patas a un chapulín o huí por la ventana para darle serenata a mi madre o para hacer fogata y acampar en el parque.

La Mercado ha hecho su espectáculo mediático, vulgar de auto crucifixión, de auto compasión, de victimismo, porque no pudo sujetar a Alternativa con amenazas y por ello ahora lo intenta con quejumbres mediáticas.

Todo lo que ha logrado la Mercado con dinero ajeno y dinero del erario que también es ajeno, desmiente su humildad, sobre todo porque la humildad siempre es falsa, como su sonrisa, como esas pompas duras: con la misma dureza de la derecha.

En el caso de Mercado, lo plural, renovado y democrático no es más que una coartada. Ahora en plena orgía democrática, ella es autoritaria como siempre.

Otro día anotaré una reflexión erótica sobre la izquierda, la derecha o cualquier cosa, hoy es excesivo para estos momentos brutales y de cansancio sexual.

¿El que escribe es testigo y por lo tanto mártir? No lo creo.
C. Gerardo Hernández