Ley Anti Tabaco vs Ley Seca: EMPATE.


Ayer por la tarde me llamaron 4 amigos en distintos momentos para invitarme en la noche aun bar, el Corralejos. Obviamente fui, el Primo tocaría blues. El bar bastante pequeño, digamos íntimo. La noche ahí fue buena, ofreció más de lo esperado. Muchos abrazos, sonrisas: amistad y tabaco. Si, el tabaco fue la diferencia, no me había percatado de ello en estos días de visita en Guatemala, el tabaco: más que humo: libertad. Estaba sentado escuchando al Primo y su blues, con una cerveza y un cigarro que viajaba de mi mano al cenicero. Maravillosas y tibias bocanadas, adentro no en la calle.

Más tarde a la una de la mañana, cuando tuvimos que dejar el bar por la Ley Seca, por ese Toque de Queda, Estado de Sitio disfrazado de sobriedad y responsabilidad saludable para todos. Me fui con Itziar a al bar Trova Jazz, entramos sin obstáculos a pesar de la ley seca pues la Itziar anda en cosas del corazón con el dueño, o mejor dicho dueñito pues es el hijo del dueño del lugar quien ahora se apropió del corazón de esta amiga, de su ilusión: es más real.

El lugar es un espacio de trova. Recuerdo que antes, hace 10 años aproximadamente, la trova y los lugares donde se tocaba, eran de muchas maneras refugios o clubes para los de la izquierda, los de las armas, que asistían porque la trova era revolución. Ahora en este lugar como los demás para ese género, ya no son reductos de revolucionarios, porque la revolución fue opacada por la integración al gobierno o a la actividad empresarial (porque encontraron otras maneras de asegurarse la calidad de vida que no fuera la revolución, las armas y demás parafernalia). Así que ahora, a diferencia de años atrás, el público es más pudiente, más perfumado, menos revoltoso, consume más, paga altos precios, paga cover, trae chofer y dos guaruras por lo menos, viaja fácil 3 veces al año a Miami para el shopping de temporada, paga con tarjetas de crédito doradas y no comparte con los demás comensales, es exclusivo y la trova es un privilegio para pocos. Nadie canta, ni corea en brazos del ebrio de al lado por revolucionario ni inconforme, la interpretación de las letras ya no es cuestión social, ahora son románticas, cursis como todo el ambiente ahí dentro. Las cosas han cambiado. No hay playeras del che, ni versos subversivos en la pared. Ésta bien, la etapa ha sido superada, hay renovación.

No pasó ni media hora después de haber entrado al lugar, cuando ahí sentado con cerveza en mano y un tabaco en la otra, vi como sacaron al último cliente para evitar caer en la ilegalidad: multas, clausura o extorsiones. Ni modo, nosotros si pudimos seguir bebiendo y con el plus de no pagar.

A los 5 minutos entro un grupo de cinco personas de unos treinta y tantos años, los guaruras se quedaron en otro salón, estos cinco se sentaron, el mesero rápido los saludó, les sirvió su botella de añejo12 años, el dueño de la nueva ilusión de Itziar los saludó, les cobró, uno de ellos le entregó la billetera, él la tomó, sacó la credit card, la pasó, la metió en la billetera nuevamente y se la devolvió.

Itziar y yo charlábamos, ellos estaban en la mesa de la par, nos hicieron plática, correspondimos, mas al rato nos integramos a su mesa. Todo iba bien hasta que empezaron a hablar de México, de los conciertos, de los antros y de polanco. Reímos un rato, les dije que México ya no es tan maravillo, que no se puede fumar, te echan a la policía y te multan o te estás detenido unos días. Uno de ellos no entendió nada, él que pagó la botella, por más que le expliqué, que le explicaron sus amigables amigos, así que tuve que homologar ésta ley anti tabaco con la ley seca, con la restricción a la libertad. El tipo entendió menos, él era el prepotente del grupo y por lo tanto el idiota, el necio y ególatra. Le expliqué sobre la libertad y el derecho a decidir, los demás, sus amigos, empezaron a hablar de educación y derechos y que sólo así podríamos hacer cambios, él inmediatamente me empezó a decir que los indios no tenían que estudiar ni saber sus derechos porque sino quién trabajaría a bajo costo y sin cuestionar. La cosa era absurdamente contra mí. Yo me levanté de la mesa y volví a la mía, sus amigos apenados, a mi me valió madres, no comparto la mesa con ese tipo de gente. Como sea, esas dos leyes aunque pertenezcan a países distintos, a contextos sociales impares, son igual de autoritarias y sobre todo desleales de la democracia.

Gerardo Hernández Ciudad de Guatemala