Me detengo en la puerta al verme reflejado en el cristal. Miro a ambos lados por si alguien me ve entrar.Entro con aire despistado como quien lo hace por primera vez.Baja la escalera. Sonríe discreta. Me invita a quitarme ropa y a ponerme cómodo; me indica la estancia. Será sólo un momento.Desaparece tras la puerta del baño. La oigo asearse.Vuelve preparada y dispuesta.Lo de siempre, supongo... pregunta sin preguntar.La dejo hacer. Sus manos son suaves y firmes; ágiles y precisas; cuidadosas e infalibles.Veo su reflejo en el espejo: sube, baja, gira; ve, mira, escudriña; me habla con voz dulce; preguntas cortas, directas, concretas, ineludibles.Observa, estudia, vuelve a la carga. Es detallista, concienzuda; adivina mis pensamientos y deseos y se anticipa a mis temores.Termina. Se aleja en la penumbra. Me relajo y reposo un rato mientras recupero el tono y la respiración.Me cobra con la misma sonrisa cómplice del principio.Salgo. Miro a ambos lados pero ya no temo que me vean salir.Reviso de reojo mi reflejo en el cristal de la puerta; tiene razón: su corte pelo me favorece.
Ernest Hemingway