Vivir el yo desgarrado

Lo que pesa sobre nosotros es la dificultad creciente para definir nuestra personalidad que, en efecto, pierde irremediablemente toda unidad a medida que deja de ser un conjunto de roles sociales. Y esa dificultad es tan grande que no la soportamos y procuramos escapar a un yo demasiado débil, demasiado desgarrado, mediante la huida, la autodestrucción o la diversión agotadora.

Y lo que denominábamos política, la gestión de los asuntos de la ciudad o la nación, se desintegro de la misma manera que el yo individual.

¿Cómo puede hablarse de ciudadanía y democracia representativa cuando los representantes electos miran hacia el mercado mundial y los electores hacia su vida privada…?

Una parte de nosotros se baña en la cultura mundial, mientras que otra, privada de un espacio público donde se forman y aplican las normas sociales, se encierra, ya sea en el hedonismo, ya sea en la búsqueda de pertenencias inmediatamente vividas.